Escrito desde el delirio: Periodismo del fútbol venezolano

El periodismo es una alacena en la que cabe de todo. No solo hechos, también personas. Es como el mismo fútbol, donde pasan tantas cosas y hay todo tipo de gente.

Es generoso el fútbol, que le da cobijo a quienes en otros contextos de la vida no tendrían lugar. En muchas ocasiones espíritus solitarios, pero no solitarios por ser ascetas sino por peculiares.

En el periodismo no faltan. Casos como los de aquellos que no tuvieron un sitio en el que ajustarse desde sus días universitarios y terminan en el deporte por falta de alternativas. O como los de los que establecen que es el lugar más sencillo para hacer carrera y no hace falta ser especialista, estudioso.

La cátedra tampoco ayuda, porque el periodismo deportivo sigue siendo el bicho raro en las aulas. No hay una especialización académica, tampoco la hay en el ejercicio. Esta se adquiere de forma más bien autónoma, sin una dirección o corrientes que alimenten los fundamentos de este segmento de la comunicación social.

La información en épocas menos vertiginosas se procesaba de otra manera. Casi se la degustaba. Ahora se escupe, sin filtro. Y como no hay filtro, tampoco hay ortografía, redacción, depuración, interpretación.

El protagonista entiende esto y no deja pasar la ventaja. Le da un dato, una primicia, al periodista -con un fin que le concierne- y no le interesa el impacto positivo o negativo en el canal difusor. El periodista confía o no se preocupa en verificar. La noticia se difunde, sin que las consecuencias hayan sido medidas previamente.

El protagonista sigue siendo el protagonista, pese a la pretensión de varios periodistas de querer serlo.

La información a priori es incompleta. El protagonista la controla. Varios se han encargado de mantener viva la mala costumbre de ocultar la mayor cantidad de información posible. En otras latitudes se sabe prácticamente todo. Aquí también. Pero solo lo saben quienes están en el entorno inmediato, como diciéndole a parte del periodismo y al público que ellos no tienen derecho a saberlo.

Las fuentes oficiales, con la ya indicada alteración de los datos a difundir, cultivan el oscurantismo. Son pocos los casos en que para el periodista no es un viacrucis ejercer cerca de estas fuentes, tampoco son pocos los casos en los que el periodista se adecúa y es parte activa o pasiva de este empeño.

Los dueños del espectáculo no tienen afán en publicitarlo. Los medios lo sufren. Si no hay noticias, no da ni para inventarlas. Ciertamente, hay quienes las inventan, pero con menos brillo que partiendo de alguna verdad o algo parecido.

El periodista no se preocupa por la formación. Asiste a la universidad, se gradúa y lo celebra con la ufanía del que no pretende estudiar más en su vida. Cada vez son menos los periodistas que leen, los que escriben, los que buscan respuestas.

El comunicador que acumula tiempo siguiendo el fútbol es escaso y es visto como alguien de quien desconfiar. Los nuevos llegan sin ideas pero afirmando tenerlas. Los nuevos cambian las formas pero para atrofiarlas. Los viejos tienen sus vicios, porque antes fueron los nuevos.

Como todo pasa rápido, el viejo no es un gran anciano al que pedirle consejo. Es un tipo particular, que pudo haber visto pasar algunas cosas pero cuyos recuerdos palidecen ante el dato actual. Porque solo lo actual es lo válido: las marcas, los héroes y las hazañas no tienen memoria.

El periodista quiere imponerse a los gritos. No solo los del escándalo, sino los de registrar cada paso que da. Si habla, si escribe, si aparece su imagen, todos deben saberlo, sin importar lo que dice. Y le vende una sensación al receptor de que es mejor el que más suena, como al ser golpeado un cascarón vacío.

Como no hay una preparación auténtica para definir qué es lo informativo y qué es el adorno, el segundo prevalece. Una imagen llamativa atrae la atención pero la desvía de lo que el público tiene que saber. Se intenta educar a la audiencia para que se deslumbre y no se preocupe en reclamar que le comuniquen lo realmente útil.

Los medios de comunicación también dan su aporte. Se estableció una cultura que es adversa a la cultura. En el sentido amplio y en el estricto que atañe al fútbol. Por ello, las coberturas no tienen un respaldo para que el reportero vaya más allá de una reseña que es mal llamada crónica. El empaque es más relevante que el contenido y es más cómodo si llega enlatado a la redacción.

Muchos de estos elementos están internalizados al punto que se ejecutan de forma mecánica, aunque no necesariamente inconsciente. Es un ecosistema al que no le conviene el cambio. La alacena se podrá desbordar pero sigue teniendo espacio.

Escrito desde el delirio es una forma de expresar pareceres políticamente incorrectos acerca de algunos temas. Con muchos de los aspectos planteados no se está de acuerdo. Con algunos, sí.

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