Wembley alberga la ilusión de San Marino

Dentro de la cancha son 11 contra 11. Esta frase, una de las que intenta resumir el fútbol, adquiere un cariz especial cuando de un partido internacional se trata. Un grupo de jugadores de un pequeño país enfrentará el viernes a una de las potencias del balompié mundial en un escenario mítico del deporte, con la consigna de hacer valer hasta donde pueda la consigna de que el fútbol no deja de ser un juego improbable.

San Marino llega al partido contra Inglaterra en Wembley con todo en contra, como es habitual entre el más pequeño y uno de los más grandes. La prensa inglesa mira con curiosidad a la escuadra dirigida por Giampaolo Mazza, conformada por “estudiantes, banqueros y barmans” y apenas un jugador profesional.

Mirko Palazzi juega en el Rimini, de la cuarta división italiana, y pocos meses atrás superó un prolongado altercado legal para volver a jugar con la Nazionale luego de seis años. Su regreso se produjo en agosto pasado con una asistencia de gol en la enésima derrota sanmarinense, esta vez ante Malta. Sin embargo, el defensa no es el único del grupo de 20 hombres que ha tenido el chance de probar la experiencia del fútbol profesional recientemente.

Hasta el año pasado, Aldo Simoncini, el portero titular de San Marino, era parte de una de las ligas más competitivas del mundo. Simoncini arribó al Cesena y durante todo 2011 fue un jugador de Serie A, llegando a ser convocado en un cotejo contra el Bari en abril de ese año. De tercer portero pasó a ser cuarto a finales de ese año, fue dado a préstamo al Valenzana de la cuarta categoría y, siendo también allí suplente, decidió volver al fútbol sanmarinense.

El joven Matteo Vitaioli tuvo un paso por el San Marino Calcio –representante de la pequeña nación en el sistema del fútbol italiano- y logró el ascenso a la tercera división en la temporada pasada, para luego ser dejado en libertad. Párrafo aparte ameritan dos jugadores más, el primero de los cuales, por su estado físico, será suplente en Londres.

Andy Selva es el jugador más importante de San Marino desde el retiro de Massimo Bonini, excelso volante de contención del Juventus ochentoso. Selva recorrió todas las categorías del fútbol italiano, excepto la Serie A. Cuando parecía haber llegado el momento de establecerse en la B con Sassuolo, las lesiones le truncaron el camino. Antes había pasado por el Padova y luego por el Verona. Con ocho goles y 36 años es un jugador que marcó una época en su selección.

Si se revisa la hoja de vida de Danilo Rinaldi, quizá se pudiese comparar con la de José Bilibio. Bilibio jugó ocho partidos con Armenia hace nueve años… nacionalizado, porque nació en Argentina. Rinaldi también es argentino y jugará su séptimo partido con San Marino el viernes en Wembley. Su experiencia se ha cuajado en el torneo Argentino B, la cuarta categoría del país sureño, que junta equipos profesionales y semiprofesionales.

De canchas de pueblos ignotos en Sudamérica al estadio más importante de Europa. Rinaldi y sus 19 compañeros respiran días inolvidables. La expectativa de un partido que será visto por el mundo entero, con nada que perder, en el lugar que cientos de jugadores luchan toda una vida por ocupar. Mazza, el seleccionador con más tiempo en un banquillo europeo en activo –desde 1998-, dará una vez más las instrucciones para hacer un papel digno.

Y para buscar ese gol consagratorio, como el de Davide Gualtieri hace 19 años, el más rápido en la historia de las eliminatorias, 8.3 segundos que le cambiaron la vida y eliminaron a Inglaterra de un Mundial. En las graderías del reputado escenario habrá 90 mil personas esperando una goleada de trámite.

“El peor equipo del mundo” dice la prensa inglesa, pese a ser el plantel más experimentado que reunió San Marino en años. Un equipo que al mismo tiempo es uno de los que le sigue entregando su vida al fútbol, con auténtico orgullo nacional, con deseos de superarse día a día pese a los innumerables obstáculos del semiprofesionalismo y dándole sentido una vez más a aquello de que este es un deporte en el que toda ilusión puede hacerse realidad.