¿Por qué la Libertadores?

Es una de esas preguntas que requieren una larga explicación como respuesta, pese a que no será suficiente.

El fútbol en su máxima expresión es la Libertadores. Esta es una frase que se queda corta para determinar lo que es el torneo pero que intenta abarcar varias sensaciones.

Como venezolano que creció en épocas en que su balompié era vilipendiado incluso dentro de las fronteras nacionales, los aceptables -y varias veces más que aceptables- resultados de los equipos criollos en el certamen fueron un bálsamo para creer que no todo era una causa perdida en relación a este deporte y esta patria.

La época de la Libertadores con la que tuve el primer contacto directo fue una de las mejores de la historia del torneo. Hace 20 y más años, los principales clubes sudamericanos eran prácticamente selecciones nacionales con algún refuerzo extranjero. América de Cali, Peñarol, Nacional, Newell's, Flamengo, Sao Paulo, Universidad Católica, Olimpia, Barcelona, Colo Colo, Cerro Porteño, Boca Juniors, eran ejemplos de eso. También Táchira y Marítimo. La excepción que confirmaba la regla era Atlético Nacional, que era uno de los mejores de América con un plantel compuesto únicamente por colombianos.

Los partidos de la época eran batallas campales en todo el sentido de la palabra. Duelos con mucho fútbol, con cada pelota peleada como la última, con aficiones fervorosas en estadios casi siempre repletos. Para seguirlos, la radio, alguna transmisión que se colaba por la famosa caja en tu casa o en algún restaurante con aquella novedad de la antena parabólica, de la mano de una familia que inculcó el gusto por el buen fútbol desde temprano.

También la oportunidad de ver los partidos en el propio estadio. Este juego es tan generoso con este país que le permite todos los años ser parte de una de sus mejores puestas en escena, se tiene a pocos pasos la oportunidad de vivirla en primera persona, un tema que aún hoy no es comprendido del todo por muchos seguidores.

Como en muchos temas de la vida, a medida que pasan los años la visión copera fue más completa. Mi percepción de la Libertadores evolucionó de una netamente romántica adquirida a temprana edad a otra que pasa por la valoración de un patrimonio continental. Algo en lo que la revisión detallada de una tradición que viene desde 1960 colaboró, junto a la aparición en el camino de más equipos de lustre: Vélez Sarsfield, Gremio, River Plate, Sporting Cristal, Palmeiras, América de México, que se unieron a renovadas versiones de los grandes del pasado. También las nuevas expresiones nacionales enmarcadas en Minervén y Estudiantes.

Y partidos que a la distancia de más de 10 años son recuerdos del fútbol bien jugado, el que se anhela se presente cada vez que se observa algún encuentro en estos días. Duelos que ya eran más fáciles de seguir, en épocas en que el cable no era tan selectivo como ahora y los canales de los países vecinos eran una constante en los paquetes televisivos.

La época oscurantista de la PreLibertadores fue un golpe para los equipos venezolanos y su incidencia en el balompié sudamericano. Mientras Boca se enseñoreaba en canchas de todo el continente, la alcabala mexicana creó un exilio forzado y llevó a que la Copa desapareciese de los temas de conversación de muchos. La legión de los que éramos constantes seguidores se redujo pese a que había cada vez más información y partidos por ver del torneo, en un momento interesante para las competiciones de clubes en todo el planeta y mientras esperábamos se revirtiese el alejamiento.

El año 2004, uno de los mejores del fútbol venezolano en su historia, no dejó de lado a la Libertadores. El regreso fue feliz, fulgurante. De la noche a la mañana, renació la ilusión de aspirar a un título continental, el torneo pasó a ser tema de conversación para cada vez más personas y se labró su propio espacio.

De allí en adelante, es historia conocida.