Quedaron sólo los recuerdos
La Copa América de 2007 está a cinco años de distancia. El aniversario no trascendió mucho, como reflejo de lo que el torneo ha resultado para el fútbol nacional, que aún no dimensionó lo que fue organizarlo.
Cuando se le pregunta a alguno de los actores del balompié criollo acerca de qué dejó el evento, la respuesta automática es la de los estadios, para bien o para mal. La Copa no sólo fueron nueve estadios que al estar en construcción en pleno certamen forzaron la reprogramación de algún partido.
En otros lugares, el impacto de un evento deportivo de alta escala se refleja en muchos de los ámbitos de su sociedad. Para Venezuela, el último país sudamericano en organizar la Copa América, era la oportunidad de demostrar su capacidad de estar a la altura del resto del continente en todos los aspectos relacionados al fútbol.
La Vinotinto clasificó a cuartos de final, la hospitalidad criolla fue alabada y, aunque con ciertas salvedades, la organización salió airosa. Luego, lo que pudo haber proyectado el evento hacia el futuro fue pasado de largo. Una sola vez se intentó asumir un torneo de similar envergadura y al perder la candidatura, el país desistió de nuevas postulaciones.
La sociedad nacional ganó un mes de entretenimiento, de intercambio cultural, pero la vida diaria no recibió la influencia positiva de mediano y largo plazo que en otros lugares se ha producido con campeonatos similares. El fútbol siguió su proceso de desarrollo por su cuenta, recibiendo la atención del resto de los venezolanos en momentos puntuales de las selecciones vinotinto.
Pasaron cinco años y el país no asimiló la oportunidad que tuvo para darse un empujón hacia mejores cosas. Como si no se hubiese dado cuenta de ello. De la Copa América quedaron las imágenes y las anécdotas, poco en relación con las expectativas generadas hace cinco años.
Esta columna fue publicada en "Líneas de fútbol" en el diario 2001, el 29 de junio de 2012.
Cuando se le pregunta a alguno de los actores del balompié criollo acerca de qué dejó el evento, la respuesta automática es la de los estadios, para bien o para mal. La Copa no sólo fueron nueve estadios que al estar en construcción en pleno certamen forzaron la reprogramación de algún partido.
En otros lugares, el impacto de un evento deportivo de alta escala se refleja en muchos de los ámbitos de su sociedad. Para Venezuela, el último país sudamericano en organizar la Copa América, era la oportunidad de demostrar su capacidad de estar a la altura del resto del continente en todos los aspectos relacionados al fútbol.
La Vinotinto clasificó a cuartos de final, la hospitalidad criolla fue alabada y, aunque con ciertas salvedades, la organización salió airosa. Luego, lo que pudo haber proyectado el evento hacia el futuro fue pasado de largo. Una sola vez se intentó asumir un torneo de similar envergadura y al perder la candidatura, el país desistió de nuevas postulaciones.
La sociedad nacional ganó un mes de entretenimiento, de intercambio cultural, pero la vida diaria no recibió la influencia positiva de mediano y largo plazo que en otros lugares se ha producido con campeonatos similares. El fútbol siguió su proceso de desarrollo por su cuenta, recibiendo la atención del resto de los venezolanos en momentos puntuales de las selecciones vinotinto.
Pasaron cinco años y el país no asimiló la oportunidad que tuvo para darse un empujón hacia mejores cosas. Como si no se hubiese dado cuenta de ello. De la Copa América quedaron las imágenes y las anécdotas, poco en relación con las expectativas generadas hace cinco años.
Esta columna fue publicada en "Líneas de fútbol" en el diario 2001, el 29 de junio de 2012.
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