Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira

Que un futbolista se llame Sócrates ya impresiona. Lo hace más cuando tienes una noción de dónde viene el nombre y quién lo lleva.

Cuando se va creciendo en la vida siempre hay modelos a seguir, así sea sólo por el color de una camisa o por un sistema completo de cosas. En esto del deporte, a medida que vas avanzando, sin importar la función que cumplas en él, hay gente que te llega más que otra.

Sócrates es calificado por los especialistas como uno de los mejores volantes que dio Brasil, por extensión uno de los mejores volantes del mundo.

Voy más allá: es uno de los mejores jugadores brasileños que existieron. Sin aventurarme a decir que fue el mejor porque el video permitió ver a Pelé y el Brasil del 70. Pero está ahí, cerca.

En el Mundial del 82 le demostró al orbe toda su clase. Un jugador que sabía comprender cosas que uno normal no podía. Y también tenía gol.

Entonces, como joven futbolista que no tenía la velocidad de otros pero jugaba en el medio y que intentó más de una vez meter una pelota entre líneas sin éxito, tenía como uno de mis ejemplos a imitar la elegancia, la precisión, el don de mando, la jerarquía -para intentar resumirlo en una palabra- de un flaco con el aspecto de uno de los personajes de esas películas que tenías que ver por interminables horas en Semana Santa.

En esos tiempos, en los que la aspiración de ser jugador profesional se fue apagando poco a poco, algo leí y algo oí de Sócrates fuera de las canchas. Pero para poder comprender la dimensión del personaje tocó esperar unos años más.

La hemeroteca de la universidad me entregó años que no había vivido, historias que no me habían contado, partidos de los que no había leído. Entre ellos estuvieron Sócrates y la democracia corintiana, Sócrates y Corinthians, Sócrates y el Brasil de Telé Santana, Sócrates y Fiorentina.

La idea de un futbolista que podía dimensionarse más allá del fútbol con acciones directas no es como para dejarla atrás. Un futbolista que tenía una profesión y no cualquier profesión, sino la de médico, un futbolista que había leído e intentaba aplicar lo leído -a partir de su visión de las cosas- a la vida, además un crack de talla mundial...

El balompié ha sido poco generoso fuera de Brasil, incluso dentro de Brasil, con Sócrates y buena parte de su generación. No ganar un título del mundo los condenó a ser campeones morales. También a ser los campeones del buen juego, de ese que hoy escasea.

Como alguien a quien de alguna manera influenció, la noticia de la muerte de una leyenda, que así como intentó cambiar su país dentro y fuera de la cancha admitió sus excesos, me causó tristeza, pero de inmediato ésta trocó en tranquilidad cuando el mundo del fútbol reconoció un legado de excelso jugador y personaje.

A fin de cuentas, el fútbol le dio las gracias a Sócrates.

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